viernes, 24 de julio de 2020

DILEMAS ÉTICOS: ¿SE APRENDE A ACTUAR BIEN?

Cada persona cuenta con un juez interno que le permite saber si está actuando bien o no. Ese juez es nuestra conciencia moral, la misma que se manifiesta en tres momentos: antes, durante y después de la ejecución del acto moral.
Cuando intuimos que la acción a realizar es inadecuada, la voz de nuestra conciencia se manifiesta con señales de prohibición, en caso contrario recibimos un impulso positivo hacia la acción. Una vez que estamos realizando las acciones, esta voz puede experimentarse con sentimientos de seguridad o inseguridad, en caso de que la acción sea buena o mala, respectivamente.
Una vez que el acto moral se ha consumado, nuestra conciencia puede revelarse con señales de remordimiento o beneplácito; todo depende de que la acción haya sido inadecuada o adecuada. Pero esta voz no siempre está presente en nosotros, sino que se va desarrollando gracias a nuestro entorno social inmediato: familia, escuela, comunidad.
La influencia que recibimos va moldeando esta voz interna, y podría suceder que esas personas nos eduquen acertadamente o nos deformen; esto en virtud de que nuestra conciencia es maleable (en nosotros están los gérmenes de la perfección o de la degradación).
En cualquiera de los casos, nosotros actuaremos en función de los valores o antivalores aprendidos, y nuestra conciencia podría no reprocharnos nada ya sea que actuemos en bien o que procedamos mal. Sin embargo, en caso de que actuemos de acuerdo a antivalores aprendidos, podremos reconocer que nuestro comportamiento no es habitual dentro de un conglomerado social más amplio, entonces nos invadirán dudas internas y será hora de confrontar lo aprendido con los auténticos valores. Solo allí nos daremos cuenta que nuestra conciencia ha sido deformada o formada adecuadamente.
LA CONCIENCIA MORAL NOS SEÑALA QUÉ 
COMPORTAMIENTOS SON BUENOS Y 
CUÁLES NO; SIN EMBARGO, ELLA PUEDE
 ESTAR EQUIVOCADA, TODO DEPENDE DE
 LA EDUCACIÓN QUE HAYAMOS RECIBIDO.

En todos los casos, ya sea que hayamos sido formados correctamente, con ciertas deficiencias, o deformados en nuestra conciencia, es un imperativo de cada persona asumir la autoformación plena de su conciencia. Tenemos que aprender a ser buenos, tenemos que aprender la virtud, y no podemos escudarnos en el hecho de que vivimos una infancia limitada y fuertemente condicionada por influencias negativas: desde el momento en que somos moralmente autónomos (adolescencia y juventud), es nuestra obligación asumir esta tarea, o en caso contrario seremos excluidos de la sociedad.
La formación de la conciencia moral solo es adecuada cuando parte de estímulos acertados (no castigos). Esto implica educar a la persona en los verdaderos y auténticos valores. La objetividad de esta tarea exige tomar muy en serio el valor de la persona y de sus diferentes dimensiones; y la formación en valores solo es posible cuando parte de una adecuada autovaloración personal.

REFERENCIAS: Ministerio de Educación. (2015). Desarrollo del Pensamiento Filosófico. Quito: Ecuador. Maya Ediciones. p.124.


VIDEO DE REFERENCIA: Aristóteles, La Felicidad, La Ética y la Virtud (3 MIN : 30 SEG)


No hay comentarios.:

Publicar un comentario