Supongamos que alguien emitiera las
siguientes afirmaciones: “Juana es una verdadera madre: ser
ocupa con gran responsabilidad de sus hijos”, “El atentado de las Torres
Gemelas de Nueva York fue un hecho verdadero” y “Es verdadero que
en la geometría euclídea por un punto exterior a una recta solo pasa una
paralela a esa recta”. ¿Estaría empleado el termino de verdadero/a en todos los
casos?
En rigor no lo está en todos ellos sino
en uno solo. En el primer caso lo que se quiere decir es que Juana es una madre
que cumple adecuadamente con los deberes que ese rol social impone y en el
segundo, que el atentado fue un hecho real y no una ficción. Ni los hechos ni
las personas tienen valor de verdad: existen (o no) y (en caso de existir)
tienen determinadas características; cuando las personas dicen la verdad,
habitualmente se dirá que son veraces, pero solo se puede predicar verdad o falsedad,
habitualmente se dirá que son veraces, pero se puede predicar verdad o falsedad
de las ideas (pensamientos) y de las preposiciones que expresan esas ideas, si
es que podemos separar el pensamiento del lenguaje.
¿Qué quiere decir entonces una
proposición verdadera? La ciencia fáctica se considera que una hipótesis es
verdadera cuando se adecua (o coincide o concuerda) con la realidad y lo que
mismo podríamos decir de muchas de las afirmaciones que emitimos en nuestra
vida cotidiana; en cambio, en ciencia formal, una proposición, como, por
ejemplo, un teorema, es verdadera cuando es coherente con las otras
preposiciones (axiomas y teoremas) que integran el sistema.
Así en principio podríamos hablar de
dos tipos de verdades: la de hechos, referida al mundo real, y las de razón,
referidas al mundo de los objetos ideales, como los entes matemáticos. Esta
clasificación fue propuesta por Leibniz, filósofo alemán de finales del siglo
XVII, para referirse en el primer caso a objetos o situaciones contingentes
–que puede ser como no ser– y en el segundo a relaciones necesarias –tales que
su contradictoria posible–. Por ejemplo, el agua hierve a 100 grados, pero
podría hervir a cualquier otra temperatura, por ello la verdad correspondiente
es fáctica o, de hecho. En cambio, el postulado euclídeo que mencionamos antes
es, dentro de ese sistema, una verdad, necesaria, ya que su contradicción
implicaría una geometría diferente (lo que era, además impensable en la época
de Leibniz).
A su vez, esta clasificación de las
verdades sigue una tradición filosófica en la que cabe citar como el
antecedente quizá más significativo a la teoría platónica, según la cual habría
dos caminos de conocimiento: el episteme (ciencia) y la doxa (opinión),
captación sensorial que solo nos permite conocer las apariencias que cambian.
Hay que recordar que en la Antigüedad clásica la verdad era concebida por los
griegos como aletheia, que significa “descubrimiento” o “revelación
de algo que está oculto” y aluda al descubrimiento de lo que las cosas era
realmente, a diferencia de lo que podía ser una ilusión o apariencia; así, las
únicas verdades genuinas en la filosofía platónica eran aquellas que se
alcanzaban por medio de la episteme.
Conclusión: La verdad se construye a partir, del conocimiento y opinión. Estas serán verdades, sin embargo cabe la posibilidad de que se puedan a llegar a falsear en algún momento.
REFERENCIA: Frassineti de Gallo & Salatino, G. (2006). Filosofia, esa
busqueda reflexiva. Buenos Aires :Argentina A-Z editora S.A. p.139-140.